jueves, 18 de julio de 2013

El apetito de las personas mayores

La pérdida de apetito o anorexia del envejecimiento, es un síntoma muy común que afecta a la población anciana.

La padecen alrededor del 30% de las personas mayores que residen en sus domicilios,  pero mayoritariamente son mujeres.

La sensación del apetito debe mantenerse para asegurar una ingesta adecuada de alimentos y cubrir las necesidades nutricionales del individuo, ya que todo riesgo nutricional empieza con la pérdida de apetito.

La pérdida del apetito, puede ser producida por diversos cambios fisiológicos asociados al proceso de envejecimiento, como puede ser la disminución y atrofia progresiva de las papilas gustativas, o la reducción del sentido del olfato. Así mismo el deterioro de la dentadura, la merma del flujo de saliva o la saciedad precoz que se producen durante esta etapa de la vida, alteran también el apetito. Además existen otros motivos  de carácter social y económico como (soledad, reducción de ingresos) o emocional (ansiedad, depresión), además de algunas enfermedades y sus tratamientos farmacológicos.

La inapetencia persistente reduce la ingesta de proteínas y calorías, provocando una pérdida de peso y aumentando el riesgo de carencias nutricionales y malnutrición.

En las personas mayores la pérdida de peso involuntaria es un signo de alarma y de fragilidad que se asocia a la bajada gradual de masa muscular,  pudiéndose producir fracturas óseas, declive funcional y cognitivo, así como mayor riesgo a infecciones y otras alteraciones de la salud.

Se asume como normal que los ancianos coman menos, pero comer poco y de forma desequilibrada es peligroso para la salud.

Habría que revisar qué comen y cuántas comidas completas realizan al día, para así evitar el riesgo de pérdida de peso y las complicaciones secundarias asociadas.

La toma de suplementos nutricionales, pueden complementar la dieta, NUNCA SUSTITUIRLA, para aumentar  la ingesta de calorías, proteínas y micronutrientes (vitaminas y minerales), y mantener o mejorar el estado nutricional del individuo.

miércoles, 3 de julio de 2013

Me duelen todos los huesos


Una de las frases escuchadas más frecuentemente  de  las personas mayores es  «estoy fatal de los huesos».

Con los años, los síntomas de la artrosis se hacen más frecuentes y molestos, y contrariamente a los que se suele pensar, la artrosis no es una enfermedad de los huesos.

La artrosis  es una enfermedad producida por el desgaste del cartílago, tejido que hace de amortiguador al proteger los extremos de los huesos y que favorece el movimiento de la articulación. Es la enfermedad reumática más frecuente, especialmente entre personas de edad avanzada.

El dolor musculo esquelético en los ancianos es frecuente e incapacitante. Si bien la mayor parte de las afecciones que causan dolor reumático, no son curables, por lo que el control del dolor es primordial para mantener la calidad de vida de las personas de avanzada edad, aunque rara vez se consigue la remisión completa del dolor.

El tratamiento tendría que ser adaptado a cada persona, prestando atención al estado general de salud.

Que el resultado de el tratamiento sea o no favorable debería determinarse no sólo por el impacto de este sobre el dolor, sino también por su capacidad del aumento de la funcionalidad y la mejora de la calidad de vida.

El manejo del dolor debería incluir una combinación  farmacológica y no farmacológica, educando y motivando a la persona para adopte hábitos de vida saludables tales como el control de peso y la práctica regular de actividad física y ejercicio.

El ejercicio bien hecho mantiene los cartílagos en buen estado, aumenta la movilidad y refuerza los músculos. Debe compensarse con el reposo de las articulaciones dolorosas, siempre teniendo en cuenta que una inmovilización prolongada tiende más a agravar la artrosis que a mejorarla.

Los síntomas del desgaste del tejido del cartílago articular se agudizan con el frío, aumentando el dolor, la rigidez y la deformidad.

Otras medidas reconocidas son el empleo de calor sobre las articulaciones, la fisioterapia de mantenimiento, el uso de un colchón firme o de sillas con respaldo recto y, por qué no, el empleo de un bastón, que ayuda a descargar de peso la articulación y da seguridad en la marcha.

Los fármacos, desde un punto de vista global del tratamiento, deberían ser la parte menos importante del mismo.

Es preferible utilizar la menor cantidad posible debido a sus efectos secundarios. Los años no vienen solos y, junto a la artrosis, aparecen otras patologías como la hipertensión arterial, insuficiencia renal o lesiones gástricas, que pueden verse influidas por el uso prolongado de antiinflamatorios.

Estos fármacos deben usarse con precaución, nunca de forma prolongada y siempre con el asesoramiento del médico. El siempre socorrido paracetamol es un fármaco mucho más seguro y el recomendado por la mayoría de guías de reumatología como primera elección en el tratamiento de la artrosis.

La artrosis debe aceptarse como un proceso normal del envejecimiento, el equivalente a las arrugas de la piel, en las articulaciones, y que a algunas personas afecta más que a otras. Existen una serie de medidas para prevenirla y una serie de fármacos que, una vez instaurada, nos ayudan a aliviar los síntomas, pero siempre teniendo en cuenta que la vida que les hayamos dado a las articulaciones, es la que estas  nos proporcionarán más adelante.