viernes, 28 de septiembre de 2012

Dificultades del anciano en la vida diaria


Las actividades que plantean más problemas en los ancianos son aquellas que requieren mayor movimiento, por lo que la movilidad es el mejor marcador de capacidad funcional general en el anciano, así que es de una gran importancia la prevención y rehabilitación de problemas relacionados con la movilidad  para mejorar de forma considerable su calidad de vida.

Las enfermedades del anciano suelen ser crónicas y con desarrollo de incapacidad funcional, por lo que conlleva a la necesidad de cuidados y gastos sanitarios y sociales.

Las actividades básicas de la vida diaria incluye comer, bañarse, vestirse, arreglarse, trasladarse de la cama al sillón, caminar, subir y bajar escaleras y el manejo de la continencia fecal y urinaria. El 23% de los ancianos presenta incapacidad para la realización de alguna de estas actividades.

El sexo femenino está más relacionado con la incapacidad funcional, quizá por el hecho de que las mujeres tendemos a presentar más enfermedades crónicas incapacitantes, mientras que en los hombres es más común que tengan enfermedades agudas más letales.

Las actividades funcionales de la vida diaria comprenden el uso del teléfono, realizar compras, preparar la comida, cuidado de la casa, lavado de la ropa, utilización de transportes, manejo de la medicación y de los asuntos económicos. 
El 73% de esta la población presenta incapacidad funcional en estas actividades, especialmente para cuidar la casa, lavar la ropa y comprar. 

En este caso los hombres tienen más dificultades, que se atribuyen a factores culturales y sociales, ya que es más común que sea la mujer quien se encargue de las tareas domésticas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

La enfermedad del olvido



La enfermedad de Alzheimer, está íntimamente ligada al envejecimiento, causando lesiones cerebrales como  la pérdida de memoria y otras funciones como el lenguaje y alteraciones de conducta, como depresión, alucinaciones y agresividad. 

La enfermedad es progresiva, pero existen diversos tratamientos que mejoran la capacidad cognitiva y funcional de los enfermos, así como las alteraciones de conducta. 

Los dos factores de riesgo más importantes son la edad y los antecedentes familiares, aunque se han estudiado otros muchos otros.


Las personas mayores de 65 años tienen un 10% de riesgo de tener la enfermedad, mientras que este se eleva a casi el 50% en los mayores de 85 años.

Los individuos cuyos padres o abuelos han tenido demencia tienen más riesgo de desarrollarla, sin embargo la enfermedad se considera hereditaria en menos de un 1% de los casos. Conocer la predisposición puede ayudar a hacer un diagnóstico temprano y a encontrar tratamientos precoces, por lo que en un futuro puede tener gran utilidad.

Una vez diagnosticada  comienza un proceso muy difícil, tanto para el enfermo como para las personas que le rodean. Todo el entorno del enfermo, la casa y la familia, deberá ser reorganizado para evitar cualquier tipo de lesión,  facilitar el manejo de situaciones complicadas, y para asegurar una calidad de vida adecuada al enfermo y a sus cuidadores. 

Por lo que se deben adoptar medidas para: 
Evitar caídas.
Evitar accidentes, retirando todo tipo de materiales cortantes, inflamables y tóxicos. 
Es recomendable equipar la bañera con barras que faciliten la entrada y salida de la misma, y con bandas antideslizantes. Instalar seguros en ventanas y puertas, y no dejar nunca solo al paciente en lugares como terrazas, escaleras, y otros lugares que puedan resultar peligrosos para él. Es muy recomendable tener siempre a mano el número de teléfono del servicio de urgencias o centro de salud más cercano. 
No dejar nada que pueda caerse con facilidad o con lo que se pueda tropezar. Además, es conveniente no cambiar las cosas de sitio para no desorientar al enfermo. 
Es bueno indicar el recorrido desde el dormitorio hacia el baño y la cocina, y se pueden colocar carteles con el nombre (y a ser posible un dibujo sencillo) de estas estancias en la puerta. 

Ya desde las primeras etapas de la enfermedad se debe crear una rutina y seguirla lo más fielmente posible, lo que ayudará al enfermo a orientarse en el espacio y en el tiempo. Esto también se puede conseguir facilitándole el acceso a un calendario donde este pueda ir tachando los días, elaborando una lista de actividades, o situando a la vista un reloj que pueda comprender (normalmente les resulta más fácil interpretar los relojes digitales). 

La familia va a vivir y sufrir con el enfermo de Alzheimer todo el progreso de su enfermedad. Los cambios que van a ocurrir supondrán en muchos casos la aparición de sentimientos negativos (depresión, miedo, ansiedad, culpabilidad…), y un nivel de estrés y desgaste, tanto físico como psicológico, 

Para evitar que la pesona que lo cuida sufra el sindrome del cuidador debe en primer lugar, estar informada y recibir algún tipo de formación que la oriente en el desarrollo de su función. En segundo lugar, debe saber que dispone de ayuda siempre que la necesite, apoyo psicológico, social y familiar. Por último, y no menos importante, el cuidador debe tener tiempo para descansar y poder realizar actividades fuera del entorno del enfermo. En definitiva, no se debe olvidar que tan importante como el bienestar del paciente es el mantenimiento de la calidad de vida de las personas que le rodean.